El fenómeno Thunberg: el mundo necesita más Gretas
Con 16 años, la sueca Greta Thunberg es el nuevo símbolo de la lucha contra el cambio climático.
Por: Julia Alegre Barrientos
17 de marzo 2019 , 01:19 a.m.
¿Qué estaba haciendo usted a los 16 años? Probablemente, asistir al colegio, compartir historias con la patota del barrio o ir al centro comercial de moda para disfrutar de un helado o ver una película.
Greta Thunberg, en cambio, está movilizando personas de todo el mundo. A sus 16 años, la adolescente sueca ha irrumpido como un huracán en la escena internacional para avergonzar a una élite política mundial que no actúa contra el cambio climático. Un hito que le ha valido la nominación al Premio Nobel de la Paz esta semana.
“Ustedes les están robando el futuro a sus hijos”, les dijo a los líderes de 200 países en la cumbre del clima de Naciones Unidas, celebrada en diciembre en Katowice (Polonia). Y luego, con esa calma y serenidad que caracteriza sus intervenciones, los llamó “inmaduros”.
De su cabeza colgaban dos largas trenzas que la identifican y acentúan su corta edad, pero de su boca salieron verdades como puños que incomodaron a más de un adulto ahí reunido.
Fue la consolidación de una nueva estrella del activismo ecologista mundial que, con ayuda de las redes sociales, se ha convertido en un símbolo del poder que descansa en las nuevas generaciones para cambiar las reglas del juego en un sistema de vida que está matando el único planeta que tenemos.
“La figura de Greta es lo más importante que le ha pasado a la causa ambiental en los últimos años y si continua así, ella puede ser la persona que dé línea al movimiento contra el cambio climático en los próximos años”, asegura César Rodríguez, abogado experto en medioambiente y fundador del centro de estudios DeJusticia, para quien el éxito arrollador de la niña descansa en la honestidad de su mensaje. “Pone sobre la mesa de forma elocuente, honesta y directa la gravedad de la situación”. Y también, agrega, hay “un asunto de legitimidad”, pues a “los jóvenes que representa es a los que les va a tocar lidiar con lo peor del cambio climático. No a los adultos a los que hoy se dirige y regaña”.
“Ustedes les están robando el futuro a sus hijos”, les dijo a los líderes de 200 países en la cumbre del clima de Naciones Unidas, celebrada en diciembre en Katowice (Polonia). Y luego, con esa calma y serenidad que caracteriza sus intervenciones, los llamó “inmaduros”.
De su cabeza colgaban dos largas trenzas que la identifican y acentúan su corta edad, pero de su boca salieron verdades como puños que incomodaron a más de un adulto ahí reunido.
Fue la consolidación de una nueva estrella del activismo ecologista mundial que, con ayuda de las redes sociales, se ha convertido en un símbolo del poder que descansa en las nuevas generaciones para cambiar las reglas del juego en un sistema de vida que está matando el único planeta que tenemos.
“La figura de Greta es lo más importante que le ha pasado a la causa ambiental en los últimos años y si continua así, ella puede ser la persona que dé línea al movimiento contra el cambio climático en los próximos años”, asegura César Rodríguez, abogado experto en medioambiente y fundador del centro de estudios DeJusticia, para quien el éxito arrollador de la niña descansa en la honestidad de su mensaje. “Pone sobre la mesa de forma elocuente, honesta y directa la gravedad de la situación”. Y también, agrega, hay “un asunto de legitimidad”, pues a “los jóvenes que representa es a los que les va a tocar lidiar con lo peor del cambio climático. No a los adultos a los que hoy se dirige y regaña”.
A sus 16 años, la adolescente sueca ha irrumpido como un huracán en la escena internacional para avergonzar a una élite política mundial que no actúa contra el cambio climático
A principios de este año, Greta fue invitada al Foro de Davos, en Suiza, la gran cita mundial donde los poderes políticos y económicos abordan los temas claves de la agenda internacional. “Los adultos dicen que hay que dar esperanza a los jóvenes. No quiero su esperanza, quiero que entren en pánico”, advirtió allí en un discurso repleto de reproches ante la falta de acciones concretas para proteger el planeta.
Al evento llegó tras 32 horas de viaje en tren. “Dejé de subirme a los aviones por el medio ambiente. Quiero poner en práctica lo que digo”, declaró.
Poco después, y siguiendo con su periplo internacional, Greta llegó a Bruselas, para hablar ante el Comité Económico y Social de la Unión Europea. “Me llamo Greta Thunberg y soy militante climática. Hemos empezado a limpiar su desastre y no pararemos hasta lograrlo”, dijo ante la mirada de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea.
“La mayoría de políticos no quieren hablar con nosotros. Está bien, nosotros tampoco queremos hablar con ellos. Queremos que ustedes hablen con los científicos, que los escuchen, porque nosotros repetimos lo que ellos llevan diciendo décadas”, añadió en una sala repleta, cabe subrayar, de políticos. Esta vez no estaba sola en la tribuna. La escoltaban los líderes belgas de las protestas estudiantiles que, desde hace varios meses, se vienen tomando las calles de decenas de ciudades europeas. Por todo el Viejo Mundo se replica el fenómeno Thunberg, y que esta semana probó que tiene eco en los cinco continentes. Una marea de púberes de diferentes nacionalidades que ha asumido como propio el mensaje de la sueca hizo que este viernes hubiera protestas contra el cambio climático en 1.325 ciudades de 123 países.
Una exitosa movilización que coincide con la publicación del último informe de la ONU sobre el tema, ‘Perspectivas del medio ambiente mundial’, en el que pide adoptar “medidas a una escala sin precedentes” para “detener y revertir la catástrofe medioambiental y proteger así la salud humana y del planeta”.
“Se trata de una emergencia con consecuencias similares a la que generaría una guerra mundial”, dice Rodríguez.
Al evento llegó tras 32 horas de viaje en tren. “Dejé de subirme a los aviones por el medio ambiente. Quiero poner en práctica lo que digo”, declaró.
Poco después, y siguiendo con su periplo internacional, Greta llegó a Bruselas, para hablar ante el Comité Económico y Social de la Unión Europea. “Me llamo Greta Thunberg y soy militante climática. Hemos empezado a limpiar su desastre y no pararemos hasta lograrlo”, dijo ante la mirada de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea.
“La mayoría de políticos no quieren hablar con nosotros. Está bien, nosotros tampoco queremos hablar con ellos. Queremos que ustedes hablen con los científicos, que los escuchen, porque nosotros repetimos lo que ellos llevan diciendo décadas”, añadió en una sala repleta, cabe subrayar, de políticos. Esta vez no estaba sola en la tribuna. La escoltaban los líderes belgas de las protestas estudiantiles que, desde hace varios meses, se vienen tomando las calles de decenas de ciudades europeas. Por todo el Viejo Mundo se replica el fenómeno Thunberg, y que esta semana probó que tiene eco en los cinco continentes. Una marea de púberes de diferentes nacionalidades que ha asumido como propio el mensaje de la sueca hizo que este viernes hubiera protestas contra el cambio climático en 1.325 ciudades de 123 países.
Una exitosa movilización que coincide con la publicación del último informe de la ONU sobre el tema, ‘Perspectivas del medio ambiente mundial’, en el que pide adoptar “medidas a una escala sin precedentes” para “detener y revertir la catástrofe medioambiental y proteger así la salud humana y del planeta”.
“Se trata de una emergencia con consecuencias similares a la que generaría una guerra mundial”, dice Rodríguez.
La historia pública de Greta Thunberg empezó un lunes 20 de agosto de 2018, en la plaza Mynttoget, en el centro de Estocolmo, capital de Suecia, donde se levanta el imponente Parlamento. Ahí acudió esta adolescente, conocida hasta el momento por ser la hija de Malena Ernman, famosa cantante de ópera en el país, con una pancarta en la que se leía: ‘Huelga escolar por el clima’, en sueco. Era su forma de exigir al Gobierno que cumpliera con lo pactado en el Acuerdo de París, documento clave para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. Ese día faltó a sus clases, un compromiso que ha mantenido desde hace 29 semanas: primero cada día durante tres semanas consecutivas y, posteriormente, solo los viernes.
Su padre ha contado a varios medios que la preocupación de su hija a este respecto comenzó a los ocho años, después de ver en la escuela unos videos sobre el asunto. Fue un auténtico varapalo para la niña, que en los meses consecutivos desarrolló una fuerte depresión que la llevó a perder 10 kilos.
La noticia de su pequeño acto de desobediencia civil frente al Parlamento sueco en agosto se regó como pólvora, y ya no acude ni un solo viernes sola a la plaza Mynttoget. ‘Fridays For Future’, ‘Los viernes por el futuro’, movilizan cada semana a escolares de más de 270 ciudades del planeta que por un día se ausentan del aula de clase por un bien superior.
Los han llamado holgazanes, perezosos, desocupados… La primera ministra británica, Theresa May, calificó las protestas en Reino Unido de “desperdicio de tiempo que podría ser destinado al estudio”. Greta, siempre contestataria, no tardó en responderle en otro de sus hábitats naturales, las redes sociales: “Puede que sea cierto. Pero, de nuevo: los líderes políticos han desperdiciado 30 años con su inacción. Y eso es mucho peor”.
La joven demuestra que no hacen falta los discursos exaltados para ser una ‘rockstar’ del activismo. Su aspecto bonachón y tono tranquilo, como si pidiera perdón por existir, contrastan con la firmeza y solidez de sus palabras. “Hacemos huelga escolar porque hemos hecho nuestras tareas. No somos la esperanza porque no hay tiempo para esperar a que crezcamos. Necesitamos actuar ya”, dijo ante los representantes de la Unión Europea en febrero.
Inspiradora, irreverente y directa, su discurso no se apoya en los mensajes idealistas de ‘un mundo mejor es posible’. Lo suyo es el llamado a la acción sin edulcorantes. “Te escuchamos y no nos importa. Tu declaración pertenece a un museo”, le contestó a un profesor de Australia que amenazó con castigar a sus estudiantes si secundaban las marchas de este 15 de marzo.
Su padre ha contado a varios medios que la preocupación de su hija a este respecto comenzó a los ocho años, después de ver en la escuela unos videos sobre el asunto. Fue un auténtico varapalo para la niña, que en los meses consecutivos desarrolló una fuerte depresión que la llevó a perder 10 kilos.
La noticia de su pequeño acto de desobediencia civil frente al Parlamento sueco en agosto se regó como pólvora, y ya no acude ni un solo viernes sola a la plaza Mynttoget. ‘Fridays For Future’, ‘Los viernes por el futuro’, movilizan cada semana a escolares de más de 270 ciudades del planeta que por un día se ausentan del aula de clase por un bien superior.
Los han llamado holgazanes, perezosos, desocupados… La primera ministra británica, Theresa May, calificó las protestas en Reino Unido de “desperdicio de tiempo que podría ser destinado al estudio”. Greta, siempre contestataria, no tardó en responderle en otro de sus hábitats naturales, las redes sociales: “Puede que sea cierto. Pero, de nuevo: los líderes políticos han desperdiciado 30 años con su inacción. Y eso es mucho peor”.
La joven demuestra que no hacen falta los discursos exaltados para ser una ‘rockstar’ del activismo. Su aspecto bonachón y tono tranquilo, como si pidiera perdón por existir, contrastan con la firmeza y solidez de sus palabras. “Hacemos huelga escolar porque hemos hecho nuestras tareas. No somos la esperanza porque no hay tiempo para esperar a que crezcamos. Necesitamos actuar ya”, dijo ante los representantes de la Unión Europea en febrero.
Inspiradora, irreverente y directa, su discurso no se apoya en los mensajes idealistas de ‘un mundo mejor es posible’. Lo suyo es el llamado a la acción sin edulcorantes. “Te escuchamos y no nos importa. Tu declaración pertenece a un museo”, le contestó a un profesor de Australia que amenazó con castigar a sus estudiantes si secundaban las marchas de este 15 de marzo.
Una exitosa movilización que coincide con la publicación del último informe de la ONU sobre el tema, ‘Perspectivas del medio ambiente mundial’
Estudia noveno grado, es vegana y convive diariamente con el síndrome de Asperger, que le diagnosticaron a los 11 años, un trastorno del espectro autista que afecta la interacción social. En varias entrevistas ha reconocido sentirse abrumada cuando le toca lidiar con la gente en actos multitudinarios.
“Muchos dicen que tenemos que volver a las escuelas, se inventan conspiraciones y afirman que somos títeres que no pensamos por nosotros mismos. Solo están tratando de cambiar de tema, no quieren hablar del clima”, indica en un video difundido en Twitter, otro fortín de sus reivindicaciones.
El mundo de la ciencia también la avala. “Las pruebas del cambio climático actual son inequívocas”, concluyen los expertos que firman el estudio de Naciones Unidas. E insisten, al igual que la niña, en la inoperancia de la clase política para adoptar medidas que, de verdad, generen un cambio.
Sí, el planeta necesita ahora más que nunca a millones de Gretas.
JULIA ALEGRE BARRIENTOS
Redacción Domingo
En Twitter: @JuliaAlegre1
“Muchos dicen que tenemos que volver a las escuelas, se inventan conspiraciones y afirman que somos títeres que no pensamos por nosotros mismos. Solo están tratando de cambiar de tema, no quieren hablar del clima”, indica en un video difundido en Twitter, otro fortín de sus reivindicaciones.
El mundo de la ciencia también la avala. “Las pruebas del cambio climático actual son inequívocas”, concluyen los expertos que firman el estudio de Naciones Unidas. E insisten, al igual que la niña, en la inoperancia de la clase política para adoptar medidas que, de verdad, generen un cambio.
Sí, el planeta necesita ahora más que nunca a millones de Gretas.
JULIA ALEGRE BARRIENTOS
Redacción Domingo
En Twitter: @JuliaAlegre1